El sistema visual está sometido a exposiciones solares excesivas. Del espectro solar, son dos los tipos de radiaciones que producen los efectos más importantes a nivel ocular: la radiación ultravioleta y la radiación infrarroja. La radiación ultravioleta (UV) produce daños oculares tras un periodo latente y la radiación infrarroja (IR) puede ocasionar lesiones térmicas que son instantáneas.
La intensidad de la radiación es un parámetro que depende de la geografía, de la altitud, de la latitud y de las características del medio. Existen superficies que presentan una gran reflexión, tales como la nieve que refleja un 80% de los rayos solares y el agua un 20%.
La única manera de proteger los ojos es la utilización de gafas de sol protectoras que filtren las radiaciones solares. Las gafas de sol están clasificadas como equipos de protección individual (E.P.I.), son utilizadas para proteger al sistema visual debiendo filtrar el exceso de luminosidad así como las radiaciones y deben de cumplir unos requisitos según la normativa europea en cuanto a estándares de calidad e información al consumidor.
Sin embargo, no todas son eficaces y, lejos de proteger, algunas pueden ser contraproducentes y causar daños irreversibles. Una gafa de sol mal elegida puede ser altamente nociva. Según datos recogidos de estudios recientes hasta el 50% de este tipo de productos vendidos en España puede no superar los controles de calidad necesarios. Por su parte, hasta el 93% de los filtros (lentes) de las gafas solares comercializadas en bazares, top manta y establecimientos no sanitarios pueden no cumplir con la normativa vigente.
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